30.3.11

El "fútbol moderno" avanza sin medida

Hoy es cualquier sábado de 1884. Es día de fútbol para los trabajadores londinenses de la ferrería Thames Ironworks and Shipbuilding Company, que disponen, como cada tarde de sábado, del único resquicio de tiempo en el que realmente son libres. Les toca jugar contra… ¿Contra quién juegan? Qué más da el rival, lo que importa es que son los propios trabajadores quienes juegan, a cambio de la pura satisfacción de atacar una pelota de cuero, delatora de este prematuro deporte, cosida como si le hubieran tenido que dar puntos de sutura para que no se escape de dentro una gran roca.

El estadio está abarrotado. El humo de los cigarrillos y el olor a cerveza, mezclado con el del hierro, aún candente, del  mono de los obreros en la grada, obliga a uno y a otro a alzar su cuello para escapar de una inminente asfixia. Es una batalla a vida o muerte por conseguir adivinar la posición de los jugadores sobre el terreno de juego, en medio del  bullicio ocasionado por los aficionados ardientes de júbilo, que no han pagado por la entrada. 

Las prehistóricas camisetas de los jugadores son tan voluminosas que perfectamente podrían servir de abrigo en una dura noche de invierno londinense. En ellas tan solo se puede ver el escudo del club de la fábrica que representan. El nombre del estadio hace referencia al nombre de la propia factoría, ¿o quizás al del barrio?, y el de la copa es, simplemente, el de la asociación que promueve la competición, la Football Association Cup. Tampoco existe ningún palco de autoridades en el que se siente ningún burgués adinerado con ganas de hacer negocio. Y las televisiones no emiten ningún partido, ni en abierto ni en pay per view. Claro, aún no se ha inventado.

Volviendo a nuestros días, nos damos cuenta de cómo el fútbol ha sido utilizado como medio de enriquecimiento masivo, gracias a quienes en un principio poblaban aquellas gradas de aquel estadio y que ahora se sientan enfrente del televisor. Las grandes audiencias que el fútbol ha generado, genera y sigue generando, han hecho que los contratos publicitarios muevan cada vez más dinero.

Nos hallamos en un punto de “no retorno” en el que la publicidad bombardea las camisetas y pantalones de los jugadores, hasta el punto de perdonar la vida a los colores a los que los aficionados han jurado amor eterno. Hoy día, diferentes ligas y competiciones llevan el nombre de grandes entidades bancarias o prestigiosas marcas de cerveza. Los estadios están cada vez más llenos de publicidad: en vallas, en la grada, sobre el césped, en los videomarcadores e incluso en el propio nombre del estadio. Y la televisión tiene gran culpa de este auge publicitario.

Hace algo de tiempo, los diferentes clubes de primera y segunda división de España, junto con otros mandatarios del fútbol español realizaron una votación proponiendo ir a la huelga si no se suprimía el único partido en abierto que se emite en España. La votación fue favorable a la eliminación del partido y a la posterior huelga si no se conseguía, aunque varios equipos se mostraron contrarios. El caso quedó pendiente, entonces, de la resolución de un juez, que ayer dictó sentencia y obligó a la Liga de Fútbol Profesional a celebrar todos los partidos previstos de suspensión por huelga.

¿A dónde quiero llegar con todo esto? Al pobre papel que juega el aficionado en todo esto. En un principio, el fútbol era un juego que pertenecía a la clase obrera. Se jugaba por diversión y no por dinero. Poco a poco los obreros de condición pasaron a un segundo plano, del césped a la grada, aunque jugando siempre un rol importante en esto del football. El césped estaba ahora ocupado por mercenarios que jugaban a cambio de un sueldo. 

El aficionado ha estado ahí presente hasta nuestros días. Él ha hecho que esto sea un deporte de masas y, a él se debe el gran éxito del fútbol. Corren tiempos de vacas flacas, y al aficionado “de a pie” no le sobra el dinero como para andarse gastando los cuartos en partidos de pay per view. Recuerdo a Johan Cruyff diciendo hace unos días que “en tiempo de crisis hay que dar alegría a la gente”. Y el fútbol es alegría.

2 comentarios:

  1. Gran artículo, sobretodo por la referencia al Thames Ironworks. Lo de la Liga española es de vergüenza. Han quedado a la altura del betún y aún osan a compararse con otras grandes ligas.
    Los tiempos cambian y pasan y es inevitable que el fútbol a día de hoy no deje de ser un negocio más pero en Inglaterra siguen manteniendo gran parte de la esencia que hizo grande a este deporte. Además, han sabido vender su "producto" como nadie. La LFP se ha planteado vender la Liga a Asia, pero con toda la mierda (perdón por la expresión, pero es la que mejor lo define) que muestra al exterior no creo que nadie quiera comprar este producto tan defectuoso.
    Luego dicen que quieren ser como la Premier, que empiecen por el principio. Las casas no se empiezan por el tejado y el aficionado es el que mantiene vivo el fútbol. Sin él, no hay fútbol y como lo sigan apartando, primero de los estadios (entradas carísimas) y después del acceso su consumo por la televisión (objetivo de Astiazarán y demás) acabaremos con el "Football".
    Un saludo desde West Ham Spain.

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  2. No lo podrías haber definido mejor, la liga española es un producto "defectuoso".

    Totalmente cierto, es inevitable que sea un negocio más, todo "fluye" y el fútbol no va a ser menos. Pero a la hora de decidir hacia dónde camina este deporte, nunca hay que olvidar cuáles han sido sus orígenes.

    Estoy ya bastante cansado de las comparaciones que justifican determinadas acciones. "En Inglaterra no hay fútbol en abierto". En Inglaterra también se conduce por la izquierda y no por ello nos vamos a poner nosotros a hacerlo. La liga española es totalmente diferente a la Premier League, en muchos sentidos, nos pongamos como nos pongamos, y no puede aspirar a ser su reflejo porque es imposible.

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